Actualmente la mayoría de los adultos se sienten jóvenes de espíritu y con energía suficiente como para volver a apasionarse detrás de nuevos proyectos que los mantenga activos, vitales, creativos y visibles para la sociedad.
Aristóteles consideraba que “las personas entraban a la edad senil a partir de los 51 años” por lo que sugería que al cumplir esa edad había que retirarse de la vida activa, dejando que los jóvenes tomaran las iniciativas y se encargaran de emprender los nuevos proyectos. Esta creencia fue compartida por la gente durante muchos siglos, no sólo porque las expectativas de vida eran bastante limitadas sino porque los que cruzaban el umbral señalado por el filósofo griego asumían una actitud pasiva, cancelando planes y pasiones. Durante centurias, la mayoría de las personas cancelaron sus proyectos vitales para vivir pasivamente y dedicarse solamente a trasmitir a las nuevas generaciones sus vivencias del pasado.
En el siglo XXI las cosas comenzaron a ser muy diferentes. La gran mayoría de las personas adultas siente que ingresa a la edad senil cuando atraviesa la barrera de los 80. En los países desarrollados como Japón, Noruega o Estados Unidos –con expectativas de vida superior a los 90 años– los adultos mayores tienen cada vez más participación en diferentes ámbitos que antes le estaban vedados. La prolongación de la vida física, mental, anímica y vital - que no imaginaba Aristóteles en el momento de su sentencia - es una tendencia que se extiende velozmente en gran parte de las naciones desarrolladas. La medicina preventiva, el descubrimiento de remedios altamente eficaces, la erradicación de epidemias masivas y el crecimiento de la producción de riqueza –sin ser las únicas razones– han sido determinantes para mejorar la calidad de vida y prolongar los años activos de las personas. Por primera vez en varias centurias, la estructura poblacional está cambiando su tradicional forma piramidal caracterizada por una base amplia conformada por jóvenes y un reducido vértice superior constituido por mayores de 50 años. Hoy esa estructura poblacional comienza a tener forma de rectángulo consecuencia de una decreciente natalidad al tiempo que los mayores de 50 años superan el 38 % de la población.
Los adultos mayores no sólo aumentan en número con respecto a la totalidad de la población sino que también prolongan su vida activa emprendiendo negocios, trabajando y creando.
Es evidente que los calificativos de “viejo”, “abuelo” o “anciano” para describir a las personas mayores son juicios de valor que han dejado de tener sentido porque no describen lo que está sucediendo en la gran mayoría de los países desarrollados. Lejos de buscar la pasividad, jubilarse o retirarse, las personas adultas buscan vivir plenamente y se resisten a ser encasilladas en estereotipos que las marginen, excluyan o pretendan apartarlos como un mueble sin utilidad.
Actualmente la mayoría de los adultos se sienten jóvenes de espíritu y con energía suficiente como para volver a apasionarse detrás de nuevos proyectos. Son cada vez más los mayores que quieren aprovechar y disfrutar la prolongación de la vida sin prestar atención al calendario. Detrás de ese objetivo se reinventan, vuelven a enamorarse y emprenden proyectos para mantenerse activos, entusiastas, creativos y llenos de expectativas.
La ciencia médica, los avances tecnológicos, el aumento de la riqueza, el rejuvenecimiento estético, los ejercicios físicos, la multiplicación de proyectos creativos, la disminución del esfuerzo físico en los trabajos, la posibilidad de emprender una actividad desde la casa y la disponibilidad de recursos para emprender un negocio permite que los adultos mayores puedan participar en innumerables actividades impensables hace décadas. El combo de alternativas, recursos y objetivos existentes en la actualidad ha logrado que los adultos quieran mantenerse vitales rechazando la sentencia de Aristóteles que auguraba una vida senil, pasiva y sin proyectos después de los 50.
Aunque existen diferentes circunstancias objetivas y percepciones personales que modelan el futuro de cada persona, no hay duda de que la gran mayoría de los hombres y mujeres mayores no quieren resignarse a una adultez pasiva y sin proyectos. Cada vez son más los adultos que al llegar a una etapa de sus vidas quieren hacer replay para volver a emprender nuevos proyectos. Consideran que la longevidad que disfrutan les ofrece la posibilidad de volver a participar activamente en el juego de la vida para emprender nuevos desafíos.
Sin embargo, a pesar de que los adultos del siglo XXI tienen oportunidades y expectativas que las antiguas generaciones a su edad no tenían, hay que reconocer que en países como Argentina aún siguen prevaleciendo barreras que les impide vivir plenamente. Prejuicios culturales, arraigadas tradiciones, arcaicas instituciones, normas legales diseñadas en el pasado, discriminación, crisis económicas, mandatos familiares y falta de demanda laboral para adultos son algunos de los obstáculos que impiden hacer replay para volver a tener una vida activa y plena.
Aunque muchas veces se oculte, en el pensamiento dominante de los argentinos sigue gravitando la idea que al cruzar el umbral de los 50 años comienza la vejez, la pasividad y el retiro de las actividades remuneradas.
En cada familia y en las escuelas se sigue instalando en la mente de cada nueva generación que sus objetivos profesionales , laborales y familiares deben ser concretados en la juventud porque la vida activa de una persona tiene fecha de vencimiento a partir de los 60 años. Esto se refleja al fomentar la jubilación a una edad temprana, en la falta de demanda laboral o en la descalificación peyorativa hacia los viejos. Esta marginación y exclusión no solo les pone una barrera material a los deseos de mantenerse activos sino que les generan un vacío emocional que dificulta todo intento de reinsertarse en la vida. Las disposiciones legales y la discriminación prejuiciosa condenan a los adultos a ser socialmente invisibles y no tener un espacio para desarrollar sus proyectos. Se los margina de todas las actividades empujándolos a la pasividad, a depender económicamente de familiares y a padecer un vacío existencial por no tener futuro.
En muchos países –entre los que se encuentra Argentina– no perciben ni aceptan las consecuencias de la nueva longevidad que implica que la gente mantiene su vitalidad y creatividad pasado los 70, los 80 y los 90 años. Esto se puede apreciar en grandes artistas como Paul McCartney, Mirtha Legrand, Plácido Domingo, Marta Minujín, Mick Jagger, Clint Eastwood y Robert Redford que no se bajan de los escenarios a pesar de sus años calendario. Lo mismo sucede con empresarios como George Soros, Bill Gates, Oprah Winfrey, Eduardo Eurnekián o Warren Buffett, quienes lejos de retirarse de sus compañías las siguen gestionado y son referentes de miles de jóvenes emprendedores que los admiran.
La activa participación de los seniors en todos los ámbitos económicos, sociales, culturales, artísticos y políticos revela el profundo cambio mental y físico que los millennials mayores están desplegando en las últimas décadas. Lejos de resignarse al concepto de vejez que prevaleció en el pasado, los mayores no se bajan de los escenarios ni se retiran de sus trabajos. Por el contrario, se mantienen activos, emprenden actividades comerciales, se hacen notar y demuestran que tienen mucho que aportar. Los millennials mayores lejos de jubilarse, depender de otros, sentarse horas en una plaza o ser invisibles para la sociedad, quieren seguir participando de la vida y demostrar que tienen mucho que ofrecer. Algunos lo hacen subiéndose a los escenarios, otros ejerciendo la docencia en los claustros universitarios, muchos dirigiendo empresas, otros gobernando y la gran mayoría reinventándose para emprender actividades comerciales que les generen ingresos para darse sus gustos. Todos demuestran que no han perdido sus ambiciones, sus deseos de superación ni su vocación de mantenerse vitales.
Aunque resulte incomprensible para una época en donde muchas creencias y antiguos dogmas están siendo desechados por vetustos, la mayoría de las instituciones públicas y gran parte del pensamiento colectivo dominante en nuestro país se resiste a aceptar el potencial y el aporte que pueden brindar las personas mayores. Al calificar despectivamente como “viejos meados” a los hombres mayores o como cincuentonas vetustas a las mujeres no permiten que participen activamente en la vida social, económica y cultural. Ignoran que muchos adultos en el mundo son responsables de grandes innovaciones tecnológicas, controlan corporaciones y son altamente creativos. Al tener la mirada puesta sólo en los jóvenes no se dan cuenta de que toda persona vale por lo que puede ofrecer y no por los años que ha cumplido según el calendario.
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