Si bien la mente se resiste a cambiar las creencias, valores o hábitos acuñados en el pasado también tiene la capacidad de ser flexible para cambiar y adaptarse a nuevas realidades.
Un emprendedor debe constantemente reciclar sus ideas y hábitos a fin de salir de la rutina y tener la posibilidad de generar innovadores proyectos y que le permitan acompañar la movilidad del mercado.
Un emprendedor necesita estar constantemente creando, innovando y generando alternativas de negocio para mantenerse vigente y aspirar a que su empresa se expanda. Los que optan por apoltronarse, repetir los mismos planes del pasado o tienen conductas rutinarias cancelan su futuro. La realidad económica contemporánea pone de manifiesto que las empresas que no cambian son superadas o eliminadas por la dinámica del mercado que nunca permanece en un mismo lugar ni demanda lo mismo. Sin embargo, esa exigencia de cambio y transformación no siempre es posible de lograr. Existen muchos factores materiales, económicos, jurídicos, tecnológicos y políticos que suelen impedir que un emprendedor lleve adelante una idea renovadora.
Algunas veces es imposible emprender un proyecto, iniciar una actividad o modificar un proceso productivo porque se carecen de ideas creativas o no se pueden conseguir inversiones financieras. Otras veces, los objetivos empresariales no se pueden lograr por el cierre de las importaciones, una alta tasa inflacionaria o la imposición de gravámenes a la producción. Sin embargo, no suelen ser las dificultades económicas, políticas o tributarias las que constituyen el principal obstáculo para renovar una empresa o emprender un nuevo desafío comercial. La mayoría de las veces el escollo para emprender una nueva actividad se encuentra en la mente y sentimientos del empresario responsable de la gestión. Son sus prejuicios, hábitos, creencias y valores, forjados a través de la experiencia o en los procesos educativos, los que se convierten en el obstáculo fundamental para llevar adelante un cambio.
La neurociencia ha revelado que la mente tiende a rechazar los cambios que implican modificar las creencias, dogmas, sentimientos o valores forjados a través de la vida. Al cerebro no le gusta esforzarse en revisar críticamente lo aprendido en el pasado ni se siente a gusto modificando sus idearios o alterando las costumbres. Cada vez que una persona tiene la intención de cambiar sus valoraciones y comportamientos la mente envía mensajes disuasivos para descalificar o minar la voluntad de cambio. Esos mensajes se traducen en pensamientos agoreros y sensaciones angustiantes que intentan imponer el temor, la inseguridad, la desconfianza y la sensación de fracaso para frenar todo intento de cambio.
El cerebro humano no es propenso a gastar energías para elaborar nuevas ideas o generar nuevos hábitos cuando tiene depositados en su memoria patrones que ofrecen respuestas a todos los interrogantes.
La mente se resiste a cualquier tipo de alteración que implique cambiar creencias, hábitos, sentimientos o ideología. La mente no acepta que se pretenda cambiar la información acumulada en su back up. Por esa razón, ante una propuesta de cambio o idea innovadora su reacción es negarse a cambiar. El rechazo es lo primero que emerge ante aquellas propuestas diferentes y que no se ajustan a las creencias o pensamientos acuñados en el pasado. Por el contrario, la mente es muy dúctil y generosa con las creencias y conocimientos que son afines a los que tiene en su back up.
Si un emprendedor tiene disciplina, voluntad, perseverancia, fortaleza y tesón para modificar sus hábitos y creencias lo habrá de conseguir porque la mente también es flexible para renovarse y cambiar sus patrones adquiridos en el pasado. La mente no es una piedra rígida que no se puede modificar o modelar. Por el contrario, tiene la plasticidad para adaptarse a nuevas realidades e ideas.
Lo bueno de la plasticidad mental es que no tiene fecha de vencimiento con lo cual las creencias y hábitos acuñados en el pasado pueden cambiarse hasta el final de la vida. Es cierto que esa flexibilidad para aceptar cambios disminuye en los adultos, sin embargo esto no implica que no exista la posibilidad de modificar patrones mentales hasta el final de la vida.
La buena noticia es que la resistencia a cambiar puede ser modificada. La mente puede ser caprichosa pero no es obcecada ni se abroquela impidiendo todo intento de cambio. Si existe la voluntad de cambiar la mente tiene la flexibilidad y la plasticidad para modificar juicios valorativos, sentimientos, creencias y hábitos adquiridos en el pasado. Sin embargo, esos intentos de cambio requieren un gran esfuerzo. No es nada fácil convencer a la mente de que acepte nueva información que contradice o descalifica a la información guardada en su back up. La única forma de contrarrestar esa actitud de rechazo a modificar los patrones acuñados en el tiempo es tener la convicción de que es necesario realizar cambios en sus objetivos o conductas.
El cerebro tiene la plasticidad suficiente como para cambiar sus creencias acuñadas durante toda la vida siempre y cuando se tenga el tesón para hacerlo y perciba que esos cambios son favorables.
En el caso de un emprendedor es evidente que no puede quedar atrapado en paradigmas, dogmas ni patrones mentales que le impiden renovarse. Su rol en el proceso económico le exige romper las cadenas que lo atan a rutinas inconducentes o que lo llevan al fracaso. Un emprendedor debe aprender a reciclar constantemente sus hábitos o ideas para generar nuevos objetivos que le permitan acompañar la movilidad del mercado. No puede ser manipulado por la mente para que repita conductas obsoletas o pautas culturales aprendidas en el pasado que no responden a la realidad actual. Todo emprendedor para mantenerse vigente debe aceptar que muchas de las cosas que creyó en el pasado pueden haber dejado de ser idóneas o perdido relevancia. Por lo tanto, es necesario que aprenda a reciclarlas, cambiarlas o desecharlas para generar las ideas adecuadas que le permitan alcanzar nuevos objetivos.
Un emprendedor debe abrir su mente para dejar que sus ideas, sentimientos y conductas se renueven. Si repite rutinariamente conductas del pasado que han dejado de ser eficientes difícilmente logre estar a la vanguardia del progreso. Es cierto que no todas las ideas generadas en el pasado son necesariamente negativas y, por lo tanto, deben ser cambiadas. Justamente la sabiduría de un emprendedor es saber qué cosas debe cambiar y cuáles debe conservar para lograr sus objetivos. Acertar en este punto es clave para su progreso y crecimiento profesional.
Finalmente cabe decir que un emprendedor, sea hombre o mujer, debe ser equilibrado y mesurado en los cambios. Debe darle tiempo a la mente a asimilar la nueva realidad y las nuevas ideas. Tiene que saber que la tozudez de la mente para aferrarse a su back up tiene como contrapartida su plasticidad y flexibilidad. Por lo tanto, los hábitos y pensamientos acuñados en otros momentos no son barreras inexpugnables si se tiene la voluntad y convicción de cambiar. Al principio costará doblegar la resistencia de la mente, pero finalmente el cerebro será flexible a los cambios propuestos para convertirse en un gran aliado para crear, imaginar y generar nuevos proyectos.
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