Si reconocemos nuestros desaciertos y dejamos de guiarnos por creencias económicas erróneas podremos dar un paso trascendental para dar inicio a una metamorfosis cultural que cambie el curso de nuestra maltrecha economía.
Haber adherido durante décadas a una ideología que impulsa la constitución de un sistema económico regulado por el Estado fue determinante para que la sociedad argentina quedara sumergida en la decadencia y la pobreza.
Al implementarse ese ideario a través de una normativa inconducente para el progreso se limitó la libertad económica y la iniciativa privada para que el Estado fuera el principal artíficie y ordenador del sistema económico. El resultado de esa intervención estatal en todos los ámbitos económicos fue la causa determinantes por la que nuestro país pasó de ser una potencia económica mundial –que atrajo a millones de inmigrantes y grandes inversiones– a tener otro tipo de récords:
En síntesis lo que fue una tierra de oportunidades para nuestros antepasados hoy es un territorio de pobres, mendigos y gente sin un futuro que les permita tener una mejor calidad de vida aunque se esfuerce y trabaje.
Lo más desalentador es que a pesar de este cuadro decadente la mayoría de los dirigentes sociales, políticos y sindicales – como buena parte de la sociedad - siguen adhiriendo y defendiendo el mismo ideario económico que ha conducido al colapso social y económico. A pesar de las evidencias del fracaso de las ideas y políticas públicas que dominaron la economía durante décadas muchos sectores sociales y sus dirigentes continúan impulsando un modelo de Estado omnipresente, corporativo, deficitario, expoliador, regulador, intervencionista e ineficiente que impide la libertad económica y crecimiento de la actividad privada por sostener que atenta contra la soberanía nacional, el bienestar social y enriquece a los poderosos.
Si los argentinos quieren terminar con su histórica decadencia no pueden seguir promoviendo un modelo de Estado contrario a la libertad económica y seguir impulsando las mismas políticas públicas que nos han conducido a la pobreza y la tristeza colectiva. Si quieren salir del hoyo en que encuentran deben romper con los lazos emocionales que los une a un ideario económico que ha demostrado ser ineficaz para el progreso colectivo e individual. Deben comprender que si continúan repitiendo las mismas políticas económicas solo obtendrán los mismos o peores resultados.
Para vislumbrar y alcanzar un futuro de prosperidad es necesario dejar atrás el modelo económico que impulsa un Estado omnipresente que –más allá de sus sanas intenciones iniciales– terminó siendo un aguantadero de corruptos, expoliador de los ingresos de la gente vía impositiva, generador de prebendas a grupos económicos amigos, exterminador al actividad productiva y promotor de la inflación crónica. Es esencial que la sociedad se anime a dejar atrás sus creencias erróneas, prejuicios ideológicos y valoraciones emocionales que durante décadas le impidieron visualizar que existen mejores propuestas económicas y sociales para lograr un mayor nivel de bienestar.
Los argentinos deben decidir si seguirán defendiendo y repitiendo las mismas políticas económicas que los llevaron a la decadencia o están dispuestos a iniciar un camino. Si repiten las mismas políticas económicas estatistas habrán de tropezar con las mismas piedras que nos condujeron a la decadencia y la desesperanza. Si en cambio, la sociedad acuerda iniciar un rumbo económico sustentado en la libertad a partir de un modelo de Estado equilibrado y eficiente que impulse la convergencia de la economía privada con la publica tendrá la oportunidad de poner fin a los problemas que la aquejan.
Soy consciente de que iniciar un camino económico distinto al recorrido desde 1930 será resistido por muchos sectores que no están dispuestos a cambiar sus idearios ni ponerse a trabajar porque es mucho más beneficioso vivir de los ingresos de los contribuyentes, la corrupción, los derechos adquiridos y de la mano inescrupulosa del poder público. Es sabido que actualmente existe muchos grupos de poder y sectores sociales que se benefician con el modelo de Estado prevaleciente por lo que se resistirán a abandonar sus beneficios. Se opondrán “a cuatro manos” a todo cambio económico porque las transformaciones estructurales que deben implementarse para instalar un sistema basado en la libertad, la competencia, el mercado y el mérito afectan sus intereses, prebendas y beneficios.
No hay duda que las reformas estructurales destinadas a abrir la economía y cambiar el modelo estatal prevaleciente serán muy resistidas por un sector de la sociedad acostumbrado a recibir prebendas, beneficios, planes sociales o subsidios. Pero no son los únicos que no se sentirán a gusto con una apertura económica al mundo y al establecimiento de un sistema regido por la libertad y la competencia. Toda la sociedad en su conjunto –incluidos los que defienden la libertad económica– deberán adaptarse a un nuevo modelo de comportamiento económico diferente al que existió durante décadas en donde un Estado establecía que hacer y como hacerlo.
La incertidumbre que genera dejar atrás el ideario y las políticas públicas estatistas que guiaron la conducta de los argentinos durante largo tiempo, sumado al esfuerzo y sacrificio que va implicar llevar adelante el ordenamiento de la desbastada economía nacional, demandará una gran dosis de templanza, paciencia, voluntad y convicción.
Es importante que la sociedad comprenda que su situación económica no habrá de mejorar si todo sigue igual, pero también debe saber que los cambios estructurales que deben llevarse adelante demandaran un fuerte sacrificio. Por ese motivo, el proyecto de transformación económica que debe implementarse requiere el consentimiento y apoyo de una mayoría social. Esto requiere que los argentinos estén de acuerdo hacia donde quieren ir y conozcan el esfuerzo inicial que deberán realizar para llegar a ese destino de progreso y bienestar.
Es indudable que para sacar el país de la pobreza, el estancamiento, la corrupción, los privilegios y la cultura de las dádivas se requiere el acuerdo y apoyo mayoritario de la sociedad, los sindicatos, los partidos políticos y los empresarios. Sin ese acuerdo mayoritario no se concreta y no existe voluntad firme de instalar la libertad económica y cambiar el modelo de Estado omnipresente los beneficiarios de la corrupción y las prebendas estatales resurgirán para volver por sus beneficios.
Para lograr ese consenso mayoritario es fundamental que la gente esté convencida que el modelo de Estado regulador, deficitario y expoliador de los ingresos de empresas es inoperante para progresar. También debe comprender que las reformas económicas que se deben implementar serán profundas y en muchos casos demandaran sacrificios para que sean efectivas. Creer que con un parche aquí y un retoque allá será posible iniciar un camino de progreso es absolutamente falso. La economía argentina no sólo está patas para arriba sino que está organizada en base a un modelo de Estado que convierte a su economía en improductiva, injusta, desigual e ineficiente.
Si somos conscientes en donde estamos parados y lo que implica iniciar un cambio sustancial en la economía pública y privada estaremos preparados para dar inicio a una metamorfosis cultural e ideológica que cambie el curso de nuestra maltrecha economía y nos ponga en la senda del progreso.
Los argentinos tienen la oportunidad de comenzar a construir un modelo de Estado que promueva la convergencia entre una economía pública eficiente y una economía privada productiva. Tienen la oportunidad de cambiar el decadente sistema económico actual para convertirlo en una herramienta idónea para la creación de riqueza a partir de la equidad en los ingresos, la libertad económica, la igualdad social, el mercado y la competencia. Tienen la oportunidad de establecer un orden económico sustentado en un modelo Estado eficiente, transparente, democrático, federal y al servicio de la gente.
No tengo dudas de que el futuro económico de los argentinos puede ser mejor. Ese futuro no depende de nadie en especial sino que será posible si la mayoría social defiende un ideario que permita el crecimiento individual y colectivo sustentado en la libertad. Tenemos los recursos naturales y humanos para emprender los cambios que el país requiere. Tenemos grandes emprendedores, trabajadores, empresarios, talentos individuales y mucha capacidad para superar el sacrificio que se tiene por delante. Lo importante es que los argentinos sientan y están convencidos que llego el momento de iniciar el cambio que desde hace tiempo esta pendiente de realizar. Tenemos una oportunidad. Sepamos aprovecharla.
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